Antonio Armas: “Aún lo recuerdo y no me lo creo”
“Con un bate de beisbol del extranjero, esos que dicen y que Tony Armas slugger”, así recita la exitosa melodía “Decisiones” de Rubén Blades y que rindió homenaje a la maravillosa gesta del venezolano en 1984, cuando se alzó con los títulos de jonrones y empujadas en las Grandes Ligas.
“De esa hazaña, lo primero que se me viene a la mente es que yo no lo creía”, dijo Antonio Armas con la serenidad y humildad que lo caracteriza. “Que un venezolano, un muchacho de un pueblito vaya a quedar líder jonronero, líder empujador de las Grandes Ligas, fue grande”.
El criollo, oriundo de Puerto Píritu, estado Anzoátegui, trazó una fuerte disputa contra los grandes toleteros de la década. “Fue
luchar con muchas cosas, incluso con los mejores peloteros de esa
época, Dave Kingman, Jim Rice, Reggie Jackson, Lance Parrish y muchos
otros bateadores de largos kilometrajes”, agregó el primer
slugger criollo, quien con 30 años de edad, finalizó con 43 jonrones y
123 empujadas esa campaña, líder en todas las mayores.
“Sucedió motivado a la buena temporada, todo me salió bien gracias a Dios. Alejado de las lesiones se me dio”,
apuntó el oriental. “Estoy agradecido con la directiva de los Atléticos
de Oakland, quienes fueron los primeros en darme la oportunidad de
jugar todos los días, cosa que no hicieron los Piratas. Cuando
pasé a los Atléticos se me abrieron muchas puertas y lo pude aprovechar,
luego me cambiaron a Boston y las cosas se me dieron”.
El venezolano fue esperado con mucho júbilo en el país. “Tuve un
recibimiento muy bonito a mi llegada a Venezuela. Recuerdo que cuando
llegué estaban todos los periodistas en el aeropuerto. Nos colocamos en
la zona VIP y se realizó la rueda de prensa, fue un momento muy emotivo
en mi vida”, describió el oriental.
David Concepción, excampocorto de los Rojos de Cincinnati, celebró
aquel momento inolvidable. “Yo estaba en la Liga Nacional, pero le seguí
los pasos. Les decía a los de este lado que teníamos un venezolano con
poder allá”, indicó con regocijo. “Todos sabíamos que era un
monstruo con ese poder tan natural, sin necesidad de levantar pesas, ni
hacer esas cosas que se ven ahora”.
“En aquella época ganar un título de jonrones en las Grandes Ligas con tantos jugadores de jerarquía y poder era imposible”,
dijo Luis Salazar, quien jugó con los Padres de San Diego en 1984.
“Antonio se caracterizó por enviar la bola más allá de los primeros
cinco escalones, gracias a su gran poder. Estuve siempre pendiente de lo
que hacía”.
Antonio Armas dejó su impronta para siempre, marcando un nuevo rumbo en la historia del beisbol venezolano.
Hazaña que marcó un camino
La hazaña de Armas marcó un antes y un después en la historia del beisbol criollo en las Grandes Ligas. “Rompió
un hito porque los venezolanos siempre eran los tipos débiles,
chiquitos, robadores de bases, entonces llegó Antonio, que era un hombre
grande; por primera vez Venezuela comenzaba a dar peloteros de ese
tamaño”, narró el historiador de beisbol, Javier González. “La
mayoría de los medios de comunicación mandaron a cubrir la gesta a los
Estados Unidos y eso fue importante porque quedó registrado. Además, en
la prensa, el deporte se había consolidado con la sección especializada,
algo inédito en el país”.
Andrés Galarraga tomó el testigo de la fuerza nativa
Cuando Antonio Armas terminó la temporada de 1980 con 35
cuadrangulares y 109 empujadas, sentó una proeza que vislumbraba un
futuro prometedor en las Grandes Ligas.
Así fue, el oriental hilvanó seis zafras consecutivas con al menos
20 o más jonrones, alcanzando la gloria en aquella temporada histórica
de 1984.
La pregunta era inevitable. ¿Qué pelotero pasaría a tomar el testigo del poder criollo en las Grandes Ligas?
De león a león. Cuando el alumno superó al maestro. Andrés
Galarraga, aquel muchacho de la capital, oriundo del barrio Chapellín de
Chacao, ficha de los Leones del Caracas, se encargó de continuar con la
gesta emprendida por el oriental, al exhibir todo su poder en las
mayores, triturando con sus kilométricos batazos los números ofensivos
de su mentor y primer slugger.
El “Gran Gato” conectó en diez campañas 20 o más jonrones y en
cinco empujó 100 o más carreras, totalizando 399 batazos de cuatro
esquinas y 1425 remolques en 19 zafras.
En 1996, Galarraga vistiendo el uniforme de los Rockies de
Colorado, sacó 47 del parque y empujó 150 carreras para alzarse con los
lideratos en la Liga Nacional. Fue la primera vez en doce años desde que
Antonio Armas consiguió la hazaña en 1984, que un criollo imponía su
fuerza en el mejor beisbol del mundo.
Richard Hidalgo redondeó una temporada bestial con el bate en el
año 2000, con 44 estacazos, la segunda mejor marca para un criollo,
quien además de Galarraga (en 1998 pegó la misma cantidad), Miguel
Cabrera, el chico maravilla de Maracay, conseguiría en las campañas del
2012 y 2013.
Cabrera, a sus 31 años de edad, es el exponente criollo con mayor
proyección en números en la historia de las Grandes Ligas. El Hank Aaron
de la modernidad, es hoy, el mejor heredero del poder que instauró
Antonio Armas.
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